En este sentido, vemos que aún se define la femineidad en función de las responsabilidades tradicionales, por ejemplo, las mujeres somos educadoras por naturaleza, no formales o sea docentes en escuelas, pero sí tenemos un rol en la socialización de los niños, no solo los hijos biológicos. También somos creativas y con gran capacidad artística, pero pocas veces podemos ejercer esto porque la sociedad nos hace restringirnos a los roles tradicionales. Ese mandato social es tan fuerte que para lograr éxito en otros campos hay que ser, en alguna medida, transgresoras: no casarse, no tener hijos o quebrar modelos y ser mal vistas.Por supuesto, es clave respetar la diversidad de las mujeres. No hay un único modelo de ser mujer. Eso era lo que el rol estereotipado quería, y es lo que se debe eliminar para lograr que todas puedan elegir su destino. Incluso lo puedan cambiar a lo largo de sus vidas.
Por eso, el sentirse “mujer” es algo que cambia según las condiciones y el contexto de cada mujer y en los distintos momentos de la vida. Pero lo que nos interesa es que todas puedan elegir qué ser y lo puedan concretar. Eso es lo que aspiramos en el país, la región y el mundo.
Frente a esto, enseguida surgen los modelos de mujeres que tenemos como ideales y allí hay muchas y distintas. En mi caso, admiro a Michelle Bachelet por su autenticidad y fuerza. A Susana Trimarco porque es otro ejemplo de lucha y solidaridad, su dolor y lucha por encontrar a su hija, Marita Verón, la canalizó también para sacar a muchas chicas de las redes de traficantes. A Norma Cuevas, la mamá de Ana María Acevedo, la joven madre de tres niños a la que se le negó el acceso al aborto para hacerle el tratamiento de cáncer y luego murió ella y el feto. Norma da testimonio de lucha de ella y su hija para que otras mujeres no padezcan lo mismo. La lista puede seguir pero creo éstas alcanzan.